Por Rosario Robles
No hago este artículo pensando en la persecución de la que he sido objeto. De la saña, el miedo y la venganza que animaron la decisión de privarme de mi libertad. En esta ocasión, lo escribo a propósito de las descalificaciones que se lanzaron desde tu poderosa tribuna en contra del hombre que, en gran medida (yo diría en mucho), fue determinante en tu destino, y para que llegaras a la presidencia de la República.
Ojalá pudiera decir esto mirándote a los ojos, sé que sería diferente. Pero como esto no es posible, lo hago desde aquí, desde este espacio que mujeres generosas me han proporcionado porque me parece de una crueldad infinita, de una desmemoria y deslealtad lo que dijiste con relación a Cuauhtémoc Cárdenas.
Qué hables de él como “conservador” (claro matizando con la idea del ala moderada), que digas que son momentos de definición y que sólo hay de dos sopas: estar con el pueblo (o sea contigo) o contra ti, que lo consideres tu adversario, me parece totalmente alejado de sentimientos que deberían siempre acompañar a un estadista: la gratitud y la consideración a una persona que es fundadora del gran movimiento que abrió la brecha, que golpeó con paciencia la pared hasta que se resquebrajó. Que lo hizo cuando estaba de por medio la vida (más de 500 muertos se quedaron en el camino), cuando no había elecciones limpias y el gobierno las organizaba, cuando se cayó el sistema (en manos de tu director de la CFE) en 1988.
Sí, el que fundó el partido (PRD) que te sirvió de plataforma, el que te impulsó para que fueras presidente de éste y luego jefe de Gobierno. Fue Cuauhtémoc Cárdenas el que dio esa lucha, el que nos condujo a millones a pelear para que los votos se contaran y se contaran bien, el que ganó la capital dos veces (primero como candidato presidencial cuando tú todavía estabas en el PRI), y luego ya como el primer jefe de Gobierno electo por el voto popular en esta gran ciudad. Insultaste al hombre que nunca ha dudado en estar de lado de las causas de la gente, de la izquierda, del pueblo (como tú le llamas), pero que también ha ejercido su autoridad moral para discernir, para ventilar, para expresar sus opiniones siempre en el marco del debate de las ideas, jamás en la descalificación o denostación de los que pensaban o piensan diferente que él.
Algunos opinarán que estas líneas son de esperarse: Cuauhtémoc Cárdenas confío en mí para darle continuidad al proyecto que inició en la capital en 1997 y me dio la enorme responsabilidad de demostrar que una mujer puede gobernar (sin esconderse en los pantalones de otro cada vez que había un problema). Mucho le debo al Ingeniero. Y le tengo y le tendré siempre una gratitud enorme. Jamás de mi boca podrá salir un insulto y mucho menos considerarlo mi adversario a pesar de que, en ocasiones, hemos estado en trincheras diferentes.
También he tenido diferencias con él y algunas han estado relacionadas por cierto con tu persona. Por eso como mexicana, como mujer, como demócrata, no puedo en esta ocasión dejar pasar tus palabras.
Mucho menos puedo callar ante alguien cuya participación en el 88 no fue relevante, tampoco en la fundación del PRD, ni en la batalla campal que dimos las feministas, ni en la lucha por ganar por primera vez la ciudad de México y tampoco en la que triunfamos contigo, y que se dio a conocer a partir de su aparición en tu gabinete y que ahora bajo tu cobijo crees que puedes insultar y descalificar porque no has aprendido que las palabras cuentan.
Es inaceptable tu cuestionamiento a uno de los políticos más respetados en México, en América Latina y en el mundo entero. Los que conocemos a CCS sabemos que no seguirá en el Mexicolectivo no por tus razones, sino por las suyas. No por lo que dijiste sino por lo que él creyó que era lo más conveniente. Ahora te desdices bajo el argumento de que no estabas bien informado, pero, incluso, si él decidiera participar en cualquier movimiento ajeno a tus ideas, no es motivo suficiente para tu ingratitud y dureza.
@rosario_robles_
Artículo de Rosario Robles publicado en Opinión 21