Todas las campañas por el voto tienen un mal día; en algunos casos la adversidad se vuelve irrelevante; en otros, punto de inflexión. El presidente López Obrador mide lo que le sucede no por su impacto al país o a su gobierno, sino a la contienda electoral, fiesta a la que no está invitado, pero su afán de trascendencia y sus pulsiones fuera de control lo hacen actor relevante ante la complacencia de todos, particularmente del INE que debiera frenar su ilegal protagonismo. Resulta evidente que su obsesión contra el Poder Judicial al extinguir los 13 fideicomisos y su agresión a los ministros es esencialmente electorera, politiquería como él mismo suele decir.
La incorporación de Carlos Urzúa a la campaña de Xóchitl Gálvez no es una buena noticia para el oficialismo. Varias son las razones, la más evidente, haber estado en la Secretaría de Hacienda al inicio del gobierno de López Obrador le da autoridad para hacer un contraste entre lo que se pretendía y lo que se hizo, aspecto fundamental para la campaña opositora. Urzúa es un profesional con integridad, solvencia moral, buen comunicador, además de aportar a la campaña de Xóchitl una perspectiva de economía social. Adicionalmente, su presencia en la campaña la hace ver presidenciable.
El suelo disparejo se advierte en los medios. El cerco informativo hacia la oposición es realidad. Hay desproporción en la divulgación de los errores de la campaña. Una silla quebrada que provoca la caída de la candidata y lleva a la cruel hilaridad del adversario no es igual a un estadio vacío. ¿A quién se le ocurre un acto masivo el martes por la tarde? Para el INE y el Tribunal, en homenaje a la simulación no hay campaña si no hay convocatoria al voto. Eventos como ese son un derroche de dinero que de poco sirven y a veces son contraproducentes. La convocatoria fallida no sólo es un tema de logística, también de falta de entusiasmo, indicativo de lo que sucede más allá de la apariencia y de las encuestas. Alerta que no se resuelve con la reprimenda a los organizadores, obliga a una reflexión sobre el perfil de campaña y la realidad del sentir y querer de la gente.
Cinco candidatas y cuatro candidatos descomponen las cosas para . Tiene suficiente para contener las rupturas, aunque no en todos lados. En Chiapas habrá que actuar con cuidado, Eduardo Ramírez amaga, pero es negociable. En el camino se quedó Zoé Robledo. Condiciones de triunfo amplio se ven con la senadora Sasil de León. Morelos es otra circunstancia; complacer al gobernador o a quien sea de la Ciudad de México llevó a excluir a Lucía Meza del grupo de aspirantes a encuestar, un error que compromete la situación y plantea al Frente o a MC una inesperada oportunidad para competir con posibilidades de éxito.
El voto de doña Olga Sánchez Cordero en contra de la extinción de los fideicomisos del Poder Judicial y el de Alejandro Rojas Díaz Durán en el Senado es un mensaje que deja en claro las mentiras presidenciales. No hay margen de engaño. Además de una decisión inconstitucional, como argumenta Alejandro, está el daño a los trabajadores y funcionarios, no a los ministros, además de la indebida intervención en otro poder, según el voto razonado de la ministra en retiro. Bien por doña Olga que en el cierre de su ciclo recupera un espacio de dignidad después de la dilatada tormenta de oprobio a lo largo de cinco años. La defensa del Poder Judicial y la Corte requieren de valor y entereza frente a la agresión y amenaza presidencial.
Cualquiera tiene un mal día, pero es necesario entender si son meros incidentes o si se configura una realidad compleja que alude a la incertidumbre, mayor de la que se advierte o piensa. El presidente está en lo electoral que no es lo que le corresponde, a pesar de los muchos y muy graves problemas que vive el país, como el repunte de la violencia y de la inseguridad. Un mal día no es lo que ocurre en eventos con impacto electoral, sino tragedias inesperadas como es la de un devastador huracán que dejan claro que hay asuntos más serios y graves para un presidente que ganar una elección.
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