México es un matriarcado machista.
ÁNGELES TORRES
I’m too sexy for my car
Too sexy for my car
Too sexy by far
(Quick and) I’m too sexy for my hat
Too sexy for my hat
What ya think about that
I’m a model, you know what I mean
And I do my little turn on the catwalk
Yeah on the catwalk
On the catwalk yeah
I shake my little tush on the catwalk
Too sexy for my
Too sexy for my
Too sexy for my
RIGHT SAID FRED
Él que sepa quererme bien
que me inscriba en su corazón
ahora déjame
has perdido tu tren
Quién te ha dicho que yo
voy a volar detrás de tus lágrimas
quién te ha dicho que un día voy a volver
Quién te ha dicho que yo
no sé cerrar nuestra última página
me has dejado escapar, has perdido tu tren
MOCEDADES
‘Hijo de mi hija mi nieto, hijo de mi hijo, quien sabe’. Este dicho es uno de los más machistas donde los hay y quienes más lo repiten son… las mujeres.
¿Cómo esperar terminar con el machismo cuando son muchas madres las que siguen sembrando la forma de ser machos en sus hijos? ¿Cómo hablar de un movimiento político feminista cuando las que lo conforman —en las más altas posiciones— actúan plegadas a sus compañeros varones? Hoy escribiré sobre dos casos y uno tercero lo mencionaré solo tangencialmente, si bien en mi opinión es central y fundamental.
En plena era “feminista”, con dos candidatas a la Presidencia siendo mujeres, con la SCJN con una ministra presidenta y con una mesa directiva del Congreso de la Unión en su gran mayoría conformada por mujeres, uno esperaría que estuvieran desechadas algunas ideas y prácticas del pasado. Al menos las que se manejan entre ellas y en los círculos en que dichas personalidades influyen… Y no.
Ya vivimos el ‘fenómeno Peña Nieto’, donde mucho importó que dicho político fuera guapo (opinión que no comparto) y las porras por el entonces candidato presidencial no prestaban atención a su cabeza o sus propuestas o a su trayectoria o a sus amistades, pero sí mucho a su físico. De ahí la cantaleta: “contigo hasta el colchón”.
Pareciera que el mismo fenómeno se repite ahora con Omar García Harfuch, donde para muchas poco o nada importan los señalamientos —sustentados o no— que se escuchan en contra del exsecretario, así como tampoco su —ahí sí poca— experiencia administrativa y de gestión requerida para gobernar la ciudad más grande del planeta. Lo único que importa a muchas féminas de la cuatroté (sí, del propio Movimiento Regeneración Nacional) es que el policía de la capital “está bien guapo, muy mamado y es hijo de María Sorté”. ¿Ese es el nivel de la política en la era feminista de izquierda?
Las “costumbres” en lugar de evolucionar, son utilizadas como bandera para no solo aceptar, sino hacer genuflexión ante el presidente y otros políticos del obradorismo.
El besar la mano a López Obrador como lo hizo la presidenta municipal de Tecamac, Mariela Gutiérrez, no debe ser defendido —ni reproducido— como una costumbre; desafortunadamente es una muestra de pleitesía de las féminas hacia el poderoso. ¿Dónde está la igualdad y el dejar de ver a los políticos como ídolos?
No es la primera vez que la genuflexión se da en las altas esferas de la 4t —y, lo que es más grave, a vista de todos—. Tenemos a la secretaria de Seguridad federal, Rosa Icela Rodríguez, o a Olga Sánchez Cordero cuando era ministra de la SCJN.
¿Dónde está la valía de todas las mujeres de la Cuarta Transformación si ante el presidente se hincan, hacen genuflexiones, le besan la mano?
Un país de machos lo es en gran parte porque las mujeres así lo quieren. No cabe duda. Decir que no es un país de machos porque tenemos dos candidatas a la Presidencia es una gran mentira. Es una negación ante los hechos y ante una violencia más acendrada en contra de las mujeres.
No nos confundamos, si gana Claudia Sheinbaum la Presidencia de la República no será por méritos propios, sino porque el aparato del Estado está volcado a favorecerla desde hace tres años. Será porque ella lo representa a ÉL (me refiero, naturalmente, a Andrés Manuel). Qué tristeza.
A tal grado lo anterior que me atrevo a decir que si el candidato privilegiado por López Obrador para la 4t hubiera sido hombre, le habría ganado a Claudia en el proceso interno. Y no porque fuese mejor o peor que ella, tan solo porque seguimos siendo un país done la política en la “era feminista” en el fondo se limita a igualar números, pero no ahondar las igualdades en todo el país.
Independientemente de que México esté o no listo para ser gobernado por una mujer, en el fondo la sociedad no prioriza ese aspecto ni lo considera importante. Y no lo hace porque las mujeres se sienten y actúan como segundas del varón, en este caso a las figuras masculinas del Movimiento.
Ya dije, muestra de ello son los actos de pleitesía de las morenistas a AMLO y la “afectividad” hacia un hombre joven como Harfuch.
¿Qué pasaría si Marcelo u otro hombre (el propio Omar García, por ejemplo) fuera el candidato común de TODA la oposición —FAM y MC—? (Otra vez, no importando fuese mejor o peor que Sheinbaum como abanderada de Morena o incluso mejor o peor que Xóchitl, suponiendo ella fuera desplazada). Me atrevo a decir que la ciudadanía le daría mayor número de votos por el solo hecho de ser hombre, y sí, esos votos serían tanto de hombres como de mujeres.
México es un matriarcado machista. Ya viene siendo hora de que eso termine. Pero la continuación del obradorismo —así sea una continuidad con cambio— no es la forma de garantizarlo; muy por el contrario, es la receta perfecta para prolongar la idolatría a un ‘líder moral’. Prolongar el malsano convencimiento en México, como ocurre en otro lugares del mundo, que se necesita una figura que nos indique el camino y nos conduzca.
Ya va siendo tiempo de darnos cuenta que necesitamos soltarnos de la mano de la figura ‘del padre’ —o de ‘la madre’— y caminar como ciudadanos empoderados, responsables y con plena convicción.
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