Por Leo Zuckermann
Juegos de poder
El presidente López Obrador ha decidido apoyar a la ministra Yasmín Esquivel para que permanezca en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a pesar de haber plagiado su tesis de licenciatura. Entiendo la racionalidad política del mandatario. Sin su apoyo, Esquivel se vería obligada a renunciar a su puesto y tendría que nombrarse a un nuevo ministro con todo el desgaste político que eso implicaría. En cambio, con su apoyo, Esquivel se queda en la Corte y López Obrador gana a una ministra que, si de por sí le era leal, ahora se convertiría prácticamente en su lacaya.
A un costo alto para el Presidente por la pérdida de credibilidad en su discurso anticorrupción. López Obrador arrasó en las elecciones de 2018 con la promesa de acabar con la corrupción existente o, en sus palabras, purificar la vida pública del país. Al apuntalar a la ministra plagiadora, el Presidente abolla su imagen de político diferente y honesto. Se deteriora ese halo de superioridad moral que trata de vendernos.
Ya tendrá López Obrador que hacer sus cuentas para ver qué le conviene más en el corto y mediano plazos.
El hecho es que estamos a jueves 19 de enero, por cumplirse un mes en que Guillermo Sheridan revelara el plagio de Esquivel, con un documento de la FES Aragón de la UNAM que certifica dicha trampa, y la ministra sigue campante en la SCJN. Hace un par de días dijo que no renunciaría a su cargo porque no tenía nada de qué avergonzarse.
El caso, como era de esperarse, se politizó. La UNAM comprobó el plagio, pero anunció que no podía quitarle su título de licenciatura (condición para ser ministra de la Corte), porque no existía legislación universitaria sobre el tema. Le echó, entonces, la papa caliente a la Secretaría de Educación Pública. El gobierno federal, sin embargo, le devolvió la papa argumentando que le correspondía a la UNAM tomar esa decisión y, en todo caso, demandar a la ministra.
Entre que se echan la papa caliente de un lado para el otro, Esquivel sigue siendo abogada titulada a pesar de haber plagiado su tesis. Una vergüenza.
Por un lado, el rector Enrique Graue no quiere que este asunto contamine la sucesión que habrá este año de la rectoría de la UNAM y prefiere lavarse las manos. Por el otro, López Obrador también se las lava diciendo que le corresponde a las autoridades universitarias tomar una decisión de qué hacer con el grado académico de Esquivel.
Creo que el Presidente tiene razón. Le toca a la UNAM decidir y no puede ser otra la determinación más que quitarle el título de licenciada en Derecho a la ministra quien, por tanto, tendría que salir de la SCJN al incumplir con uno de los requisitos constitucionales. El asunto lo podría resolver el Tribunal Universitario y, si no tienen herramientas jurídicas dentro de la UNAM, deberían utilizar supletoriamente leyes y reglamentos de otros ámbitos. Es una práctica común en el derecho.
No sólo le corresponde a la UNAM hacerlo, sino que está obligada. Su imagen no puede enlodarse al tolerar que una de sus alumnas haya hecho trampa sin consecuencia alguna. Se sentaría un incentivo muy perverso donde los plagiarios podrían titularse con la seguridad que ya no les podrían quitar su título universitario en caso de ser pillados.
La ministra Esquivel sobrevive. Supongo que ella y el gobierno de López Obrador les están apostando al tiempo y olvido para superar este escándalo. Inevitablemente saldrán nuevos temas en la agenda pública que eclipsarán el plagio de Esquivel. Los medios y la opinión pública comenzarán a olvidarse de este tema. Y, en una de ésas, la ministra se saldrá con la suya y permanecerá en su puesto haciéndole todo el trabajo sucio a su gran defensor, el presidente López Obrador.
Esto puede terminar como otro caso más de un escándalo público que no tuvo consecuencias importantes para el perpetrador. Por ejemplo, el del entonces gobernador del Estado de México, Arturo Montiel, quien inexplicablemente se enriqueció a lo largo de su carrera política. El asunto se fue olvidando en el tiempo. Salvo por Germán Dehesa quien no dejó de preguntar en sus columnas cotidianas en Reforma cómo había dormido el señor Montiel. Bueno, pues Dehesa se murió y el exgobernador sigue campante viviendo como rajá.
A eso, creo, le apuestan en el caso de la todavía ministra Esquivel. Que, con su cara dura, como si no hubiera pasado nada, se nos olvide que se robó su tesis de licenciatura. Sí, es una ladrona. Y esta atracadora sigue votando en el máximo tribunal de justicia del país.
¿Cómo durmió anoche, señora Esquivel?
Twitter: @leozuckermann
Fuente: Periódico Excelsior